Parecía que iba a ser una tarde soñada y finalizó como una enorme pesadilla. Quilmes hizo un muy buen primer tiempo, le ganaba por dos goles a Racing y contaba con un jugador más por la expulsión de Alvarez, pero increíblemente dejó crecer a su adversario, no pudo mantener su postura aguerrida y ofensiva, permitiéndole a la visita que llegara a una veloz igualdad y hasta terminara ganándoselo sobre la hora a través de un contraataque. Un rato más tarde, Grelak presentó la renuncia.

Para sorpresa de muchos, el partido empezó muy favorable para Quilmes. Producto de su audacia para ahogar y llevar a su adversario a disputar el partido en su propio campo. Tanta determinación se tradujo en un par de situaciones de peligro muy rápidas: un tiro libre de Trombetta que dio en el travesaño, un par de centros peligrosos y uno mejor, que llegó a la cabeza de Andrada y el delantero le cambió el palo a Orión. Iban apenas ocho minutos.

Es cierto que el partido entró en ciertas lagunas, pero el QAC siempre se mostró bien plantado, aprovechando algunas corridas y permitiendo que Racing solo moleste a través de un remate cruzado de Lautaro Martínez. Encima, antes que finalice esa primera mitad, Gabriel Ramírez volvió a presionar alto y aprovechó una mala reacción de Pablo Alvarez para que el juez Paletta marque el penal y dejara a la visita con diez. Andrada cambió por gol para cerrar de gran manera la etapa.

La historia estaba encaminada, parecía que podía ser la noche de un primer gran festejo en el año… pero todo cambiaría en la parte complementaria. Porque el Cervecero lo dejó agrandar a Racing y este lo aprovechó para descontar velozmente a partir de un tiro libre de Bou (un deja vú de lo que pasó en el torneo del campeonato para la Academia). Envalentonado por ese gol y ante tanta ventaja defensiva, Martínez señaló el empate cuando apenas iban quince minutos. Increíble.

El tramo final del encuentro lo encontraría a Quilmes con un protagonismo excesivo del que no supo ni pudo sacar provecho. Con la pelota y el campo, ante un elenco de Avellaneda que se cerró de cara a su arco, apenas si generó peligro, pero se expuso demasiado y a Racing le quedaba una carta en la manga: corrida de Acuña y centro preciso para la entrada del pibe Cuadra, que anotó el tanto de una heroica remontada.

Con pocos minutos por delante y la cabeza quebrada por lo que estaba viviendo, el pitazo final del árbitro mostró a un Cervecero incapaz de tratar de remontar la historia. Ese momento, la derrota daba sensaciones de final de ciclo. Y eso llegó apenas un rato más tarde, cuando el entrenador decidió presentar la renuncia.

Seguramente, las formas en la derrota ante Racing terminaron demostrando que ya no había más por hacer. Ni teniendo todo a favor, esta versión del QAC pudo sacar un resultado positivo. Fue la sentencia definitiva para un ciclo pobre en el juego y los resultados. El vértigo y las necesidades que tiene el certamen obligan a una veloz vuelta de página, esperando que otro conductor pueda encontrar mayores respuestas en el tramo decisivo de la temporada.