Por Leo Da-Ré.

(BRONNITSY, Rusia) Cuando llenamos el formulario de migraciones cada vez que viajamos, además de pedirnos los datos personales, nos obliga a llenar un campo específico, “motivo del viaje”, y allí existen dos universos bien separados, tal vez enunciados con distintas palabras, dependiendo de diferentes culturas, aunque, esencialmente, son dos: placer o trabajo. Bien diferentes una de la otra y ambas con pros y contras, nos predisponen de distintas maneras antes de emprender un viaje. Lo interesante de los relatos que compartiremos es que afortunadamente, estos combinan estas dos categorías: Copa del mundo de fútbol FIFA 2018 en Rusia.

Hay pocas sensaciones comparables a cuando pisamos tierras extranjeras, más cuando quedan muy lejos de casa y tanto el lenguaje como el alfabeto son absolutamente indescifrables para un mortal criollo. La sensación es rara, pero excitante a la vez.

Lo primero que nos llama la atención es la gente, las caras, las facciones. Rusia solía ser parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, la cual albergaba a 15 naciones, muchas culturalmente diferentes y de características geográficas bastante diversas. Esta pluralidad cultural y étnica es la que uno, justamente, puede ver inmediatamente.

Cuando salimos del aeropuerto, los cuales suelen ser bastante parecidos en todas partes, nos chocamos con la impactante opulencia del país más grande del mundo y Moscú es el perfecto referente de esta imponente nación. Avenidas gigantescas y arquitectura majestuosa mezclada con la simpleza de interminables corredores de edificios tipo monoblock, recordándonos todo el tiempo que aquí fue donde por primera vez el comunismo basado en ideología marxista logró tomar el poder, tras la insurrección liderada por Lenin y Trotsky, en noviembre de 1917, hito conocido como la “Revolución Bolchevique”, también llamada el “Octubre Rojo”.

Si observamos con cuidado encontraremos muchos símbolos que representan lo que fue la Unión Soviética hasta el año 1991. Estatuas de Marx, Lenin y Stalin, la hoz y el martillo todavía presentes en muchos rincones de la ciudad nos llevan al pasado cada vez que nos cruzamos con ellos a pesar de estar matizados y mezclados con tiendas japonesas de tecnología y algún que otro lugar de comidas rápidas conocido mundialmente.

Domingo, hora 9. Yendo al desayuno recapitulo la noche anterior, cuando a las 22:20 horas llegó a Rusia la Selección Argentina procedente de Barcelona. Mientras sigo caminando escucho voces a lo lejos en el restaurante, lo curioso es que son voces en castellano, no muy común en Beloozersky, el pueblo en el cual estamos. Claro, esto es porque se acerca el comienzo de la Copa y el hotel está comenzando a ser tomado por argentinos, prensa más precisamente.

Volviendo al aeropuerto, en estas situaciones, la prensa en general espera en la pista la llegada del avión y no fue distinto en este caso. El aeropuerto Zhukovski, en las afueras de Moscú y a una hora de auto de la concentración Argentina, posee una particularidad, cuenta con las pistas mas largas de toda Europa y esto es porque su uso es tanto comercial como militar. Aquí es donde entrenan los pilotos de la fuerza aérea Rusa con sus aviones de combate MiG. Dato relevante ya que usualmente vemos a aterrizar a la aeronave, pero en este caso no pudimos porque lo hizo muy lejos nuestro, lo que hizo que la sorpresa fuera aún mayor ya que cuando pudimos divisarlo ya estaba muy cerca nuestro.

Es difícil no distraerse con las voces en el restaurante y mas difícil aún no prestar atención a la charla. Cuando uno esta en un país en el cual el idioma representa una barrera muy grande, un simple pedido o necesidad cotidiana puede convertirse en una misión imposible…

“Eggs with white no yellow, understand or don’t understand?”, es lo que escuchaba a lo lejos, con un marcado acento porteño, cuando casi llegaba al desayuno. Era un periodista argentino intentando explicarle a una moza rusa muy amable, pero con pocas aptitudes para los idiomas, como quería su omelette… con ademanes intentaba recrear la forma de un huevo y, ante la mirada atónita de la chica, le repetía: “White outside, yellow inside, but… no yellow”. Esto quería decir que le gustaría un omelette solo con claras y no con yemas. Luego de intentar varias veces y, finalmente recurriendo a la tecnología, después de diez minutos de un trabajo extenuante para hacerse entender y consiguió su omelette con claras y sin yemas. Lo que realmente no esperaba es que a su omelette de claras y sin yemas, le pusieran queso parmesano. Pero esa fue una batalla que ya no quiso pelear y muy feliz se comió su omelette sin yemas, pero con queso.

Cuando nos avisan que el avión aterrizó y nos preparamos para tomar la primera imagen, comenzamos a vislumbrar su silueta. La sensación al verlo fue extraña. De repente empezamos a mirarnos con sorpresa entre nosotros. No entendíamos bien y hasta varios pensamos “esto es un error, es el avión equivocado”, pero no. Todas las cámaras apuntaban a este y así fue, la Selección Argentina de fútbol profesional arribó a Moscú, la capital del país sede del Mundial, en el avión de los Rolling Stones.

Bajo otras circunstancias, este hecho podría haber sido solo una anécdota. Sin embargo, el que hayan llegado en un avión británico con una gigante lengua de los Stones a cada lado, generó una sobrecarga de simbolismos y mensajes negativos en la opinión pública, ya que se esperaba que la Selección de Sanpaoli volara, al menos, en un avión de nuestra aerolínea de bandera.

Hubieron muchas sensaciones encontradas entre todos los que vimos esta imagen en vivo y, entre los comentarios que se escuchaban en diversos idiomas, resaltó una frase que quedó rebotando en el aire: “ojalá hayan llegado como los Rolling Stones y no se vayan como los Back Street Boys”.