Ciencia, arte, técnica y estrategia. ¿Qué dice el diccionario sobre estas cuatro palabras?

Ciencia: conjuntos de conocimiento obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales.

Arte: virtud, disposición y habilidad para hacer algo.

Técnica: perteneciente o relativo a las aplicaciones de las ciencias y las artes.

Estrategia: arte para dirigir las operaciones de un combate.

Desarrollemos, ahora, estas cuatro palabras trasladarlas a un combate de box.

Parte I: Ciencia

En el box, la ciencia es una de las partes fundamentales a saber. Se trata de hacer una lectura de las características y carácter de nuestros oponentes: hay que saber más de ellos que de nosotros mismos, la variedad nuestra está sujeta a una arquitectura física y un carácter variable según las circunstancias.

Da la sensación que el boxeo moderno, o de la actualidad, tiene la tendencia de basarse en un ataque sostenido en pos del espectáculo, arriesgando a los púgiles a una exposición física extrema. Impulso, instinto, hábito, reflejo, probabilidad y Providencia, son las características más salientes de estos exponentes que pareciera que combaten en la oscuridad. El que no sabe es como el que no ve, dijo alguien, y pareció que se refería a esta clase de boxeadores.

La mayoría de estos entrenadores -no enseñadores- que priorizan la ofensiva prácticamente en su totalidad, están dejando de lado algunas de las partes más importantes a tener en cuenta para la formación de un boxeador: razonamiento, ciencia, arte, técnica… y, peor aún, intentan suplantarlas con un valor excesivo, sin importarles que en cada arremetida se encuentren al borde de la hazaña o el ridículo. Si tenemos en cuenta que sus rivales de turno tienen un sistema similar, es muy probable que sostengan esos llamados peleones, conectando 1200 golpes… y recibiendo 900. Si esa noche la Providencia está de su lado, se llevarán un triunfo que, parece, les importa mucho más que aprender.

Triunfar es lo más importante, siempre y cuando vaya de la mano con el aprendizaje, de lo contrario, estaríamos estancados y eso significa retroceder.

No todos los días nacen los Pepino Cuevas, Yory Boy Campas, José Luís Castillo, Chico Corrales, Arturo Gatti, Fernando Vargas… todos ganadores, hasta que su quijada dice basta. Es decir, su fuerte no eran sus golpes, sino su capacidad de absorción, algo con lo cual se nace, pero cuando se pierde no se recupera más.

Me pregunto que pasaría si cuando nos enseñan a conducir un automóvil no nos advirtieran del comportamiento de los demás y desconocemos las leyes de tránsito. Es casi un hecho que chocaríamos cada 200 metros y solamente teniendo un vehículo blindado llegaríamos a destino. Así es como tratan estos entrenadores a sus dirigidos: como si fueran un camión enorme y blindado.

Qué les pasará por su cabeza cuando ven a Cassius Clay, Carlos Monzón, Roy Jones, Prince Hamed, Pernell Whitaker, Maravilla Martínez, Floyd Maywether y muchos más. Maestros de la ciencia, entre otras virtudes, que en su mejor momento no solo fue -y es- difícil ganarles, sino algo más puntual y saludable: fue -y es- difícil conectarles un golpe.

La ciencia en el box nos va a dar el conocimiento sobre lo que tenemos que enfrentar y, de esta manera, evitar sinsabores innecesarios. Tiene en cuenta y prioriza el comportamiento del adversario para evitar sorpresas desagradables y no ser neutralizados.

Los grandes de la ciencia en el box difícilmente crucen golpes y suban al ring a tirar una moneda al aire. De ahí el resultado y su éxito.

No tener ciencia es como combatir en la oscuridad.

(*) Carlos Paniagua es Entrenador de boxeo.