Se sabía que Sergio Martínez hacía tiempo que venía sufriendo con su rodilla izquierda, lesionada y operada seis veces y que desde el combate ante Martin Murray nunca volvió a estar bien. Y, lamentablemente en su defensa ante Miguel Cotto en el Madison Square Garden, se notó desde el primer round. Iban apenas solo 30 segundos cuando el boricua -que tuvo una actuación soñada- lo encontró frío y lo mandó a la lona con una potente izquierda. A partir de ahí, Maravilla nunca se mostró firme de piernas y toda la pelea se le hizo cuesta arriba, hasta que en el 10 asalto su entrenador Pablo Sarmiento le impidió volver a salir. Seguramente este habrá sido el final de su campaña, pero nada podrá opacar la gigantesca historia que escribió el quilmeño, volviendo a poner al boxeo argentino en lo más alto del mundo.

Fiel a su estilo de querer enfrentarse solo contra los mejores, con el diario del lunes sería fácil afirmar que Martínez arriesgó demasiado al elegir como retador a Miguel Angel Cotto. El puertorriqueño liquidó el duelo en ese fatídico primer round cuando se aprovechó de un Maravilla que entró frío, haciéndolo caer tres veces. A partir de ese momento, se evidenció que la rodilla del quilmeño, fundamental para poder ejercer su boxeo de contragolpe y movilidad, ya no respondía y no habría táctica que pudiera revertir la historia.

Cotto dominó siempre el centro del ring y fue el protagonista de todos los asaltos, sin embargo, a puro corazón, Martínez buscó constantemente poder conectar una mano como con la que había noqueado espectacularmente a Paul Williams. Lamentablemente, disminuido físicamente, ese golpe jamás llegó y su entrenador, Pablo Sarmiento, atinadamente le impidió salir a la décima vuelta, cuidando a su pupilo y amigo de un castigo innecesario ante la imposibilidad de revertir lo que sucedía dentro de las doce cuerdas. De esta forma, el puertorriqueño conquistó su cuarto título mundial en igual cantidad de divisiones, convirtiéndose en el único púgil de la isla en conseguirlo.

No vale la pena realizar un mayor análisis del combate. Da la sensación de que el pleito estuvo sentenciado desde antes, siendo esa maldita rodilla izquierda el primer rival al que el argentino debía vencer. En un país en el que es moneda corriente hacer leña del árbol caído, esta derrota no debe por ningún motivo tapar la brillante campaña de Maravilla, un gigantesco campeón que a base de su estilo único, combatió a los más temidos oponentes, conquistando primero la faja de los SuperWelters y luego la de los Medianos, siendo considerado como uno de los mejores tres libras por libra del planeta. Solo un necio podría negar todo lo obtenido por el quilmeño, un verdadero Campeón del Pueblo que supo volver a poner al boxeo nacional en la elite mundial.

"Hay que saber ganar, hay que saber perder; no tengo más palabras que felicitaciones para Miguel Cotto", sentenció con grandeza Martínez y agregó: "Subí a dejar todo pero no me pude quedar con el triunfo, por eso quiero pedirle perdón a todos los argentinos". Si el pueblo boxístico tiene memoria, en realidad no hay nada por perdonar. Por el contrario, Argentina es la que debe darle las gracias a Maravilla.