Los números definirán el año futbolístico de Quilmes. Las frías cuentas son contundentes y sirven para explicar la temporada de terror que tuvo el Cervecero. Y para el cierre se guardó un espectáculo muy parecido al de tantas otras jornadas: en el debut de Mario Sciacqua como DT, le costó muchísimo poder molestar y quebrar a un bien parado Juventud Unida que vino al Estadio Centenario a hacer su negocio. Con su habitual anemia ofensiva, volvió a quedar en cero.

Para el olvido. Sin pena, ni gloria. Así fue el 2017 del QAC, que tuvo un cierre emparentado con este presente que le toca vivir. Un conjunto sin juego, ni ideas, con más voluntad e intención que claridad conceptual, que casi no pateó al arco y que, en las pocas que tuvo, la suerte no volvió a estar de su lado. En el medio e eso, un nuevo entrenador, la carta que le queda en la pretemporada para poder salir de este infierno futbolístico.

Es cierto que, después de cuatro días de trabajo apenas, no había demasiadas cosas que se puedan cambiar. Un conjunto errático como este Quilmes, no iba a volverse un equipazo de la noche a la mañana. Pero jugando de local y ante uno de los sorprendentes punteros que tiene la categoría, quizás podía encontrar respuestas en la motivación que esto generaba. No, con muchas ausencias de los futbolistas de renombre y mucho pibe dando sus primeros pasos, se lo notó demasiado apurado, lo que le sacó claridad.

El primer tiempo fue un espanto y en segundo, quizás los cambios y una mayor necesidad generaron alguna circunstancia que elevó mínimamente el punto de interés. Más vertical, dividiendo más la pelota que en el proceso anterior y con interpretes que corrieron y lucharon más de lo que pudieron jugar, fue Quilmes el que estuvo más cerca de los dos, pero a años luz de hacer un buen partido. Del otro lado, Juventud se mostró demasiado timorato y conformista, pese a ser uno de los líderes de la divisional.

Por eso el partido se fue, en medio de la gente que hizo su propio show. Casi como para escapar de la realidad que le entregan desde el campo de juego. El mismo año que regaló la categoría, con una pésima campaña que terminó en el descenso insólito de la Primera División, ahora el QAC tampoco da pie con bola y está en la zona roja de nuevo, coqueteando con no irse a la B Metropolitana. Demasiadas malas juntas para aguantar estoico. El parate servirá para tomar aire y esperar que el 2018 traiga alguna caricia después de tantas bofetadas recibidas.