<diapo4155|right>

La vida de Horacio Manguer Cardama cambió radicalmente cuando en el 96 se mudó cerca de la Plaza San Martín, el spot preferido por aquel entonces de los mejores riders de la zona. Ahí, el skateboarding dejó de ser para él un divertimento de niños y se convirtió en la gran pasión de su existencia. Hoy, a sus 27 años, ya es un referente, corriendo de forma profesional para Vans, Dwindle, Enjoi, A.V.E. Trucks y Jet Set. Ahora, junto a DQ, repasa sus comienzos y la cultura de este deporte.

- ¿Por qué el skateboarding y no otro deporte?

- De chico hice de todo: natación, judo, básquet, vóley, béisbol, fútbol… tenía dos potreros separados a pocas cuadras, así que me iba pateando en skate con los botines colgando, jugaba unos picaditos y después pateaba hasta el otro para seguir peloteando.

- ¿Pero qué fue lo que hizo que te decidas?

- Fue mágico. Yo andaba todo el día por el barrio con la patineta, pero no sabía hacer ninguna prueba. Cuando me mudé y vi a una persona volar con un skate me impactó mucho y me dieron ganas de hacer eso. Me partió la cabeza, visualmente. Ahí empecé y el skate te va atrapando porque cuando aprendés algo te das cuenta que podés hacer otra cosa más.

- Un paso te lleva a dar otro…

- Andába mucho con mi hermano (NdeR: el también skater Guido Cardama), en las vacaciones progresábamos un montón y después contábamos cada prueba nueva como trofeos. Esa fue la base para ser un deportista profesional. En Quilmes tenemos muy buen nivel, pero muy poca estructura: tendrían que haber más pistas públicas.

- Hoy en día está Eh? Park…

- Esa es la suerte que tienen las nuevas generaciones para aprender: podés ir todos los días, es seguro, etc. Antes llovía una semana y no andabas ningún día. Está buenísima porque es una pista diseñada por skaters profesionales.

- ¿Cuál es la diferencia con andar en la calle?

- Forma parte de la cultura y es técnica y deportivamente un desafío. El skate callejero es más rudo, más difícil. Excepto que tengas una plaza perfecta como ves en los videos de afuera, pero la arquitectura de acá no es así.

- Nombraste algo que no se ve mucho en otros deportes, ¿por dónde pasa la cultura del skateboarding?

- Es una mezcla de varias cosas. El skate viene del surf, que primitivamente era un ritual de los guerreros de Hawai para desafiar al Dios del Mar. Esa es la raíz: desafiarse a uno mismo, romper las barreras de la mente y de los miedos. La meta deportiva no es contra un rival, sino autosuperarse. Arrancó en los 60’s en California y no lo practicaba gente del establishment ni de las clases altas, la mayoría venían de familias separadas o de padres que laburaban todo el día y eso le dio un carácter definitivamente callejero, bastante “vandálico” y rockero.

- ¿Y ese aspecto se sigue manteniendo?

- Totalmente. Como no habían pistas, se metíen a andar en propiedad privada. Y esa es un poco la aventura del skater: ir buscando su lugar en el mundo traspasando las reglas. Nunca tendrá una institución, cada uno va buscando su destino y su camino con la tabla. La cultura del skate es eso: la búsqueda y la libertad.