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Su primer gran viaje lo realizó cuando a los 12 abandonó su Caracas natal para mudarse e Los Teques, la capital del estado venezolano de Miranda. No sería el único cambio importante en la vida Nené Rivas Anderson. Tras pasar con éxito por varios deportes, descubrió que el handball era su verdadera pasión y, para perfeccionarse, su destino fue Argentina. Más precisamente el Club Alemán, el cual le abrió las puertas y le brindó amistad. Tras varias idas y vueltas, actualmente se encuentra totalmente asentado en el equipo y la ciudad. En pareja, estudiando y trabajando aquí, el defensor de 29 años sintetiza su aventura: “Siempre hay que trabajar por lo que se quiere”.

“Mi mamá hacía lanzamiento de bala, mi viejo fue beisbolista y mis tíos jugadores de básquet y vóley. Así que por tradición familiar comencé a hacer deporte desde chico. Viene en la sangre”, sonríe Nené y enumera su recorrido: “por ser del caribe, empecé con natación pero no me gustó. Después hice un año de baseball pero, por más que sea el deporte nacional, me parece aburrido. La mayor parte de mi infancia jugué básquet -como los potreros, haya hay aros por todos lados- y a los 12 ó 13 años pasé al vóley”.

- ¿Cuándo llegaste al handball?

- Hace ocho años. En el vóley me fue muy bien, estaba en un equipo muy competitivo, y cuando ya estaba pensando en dejarlo, se abrió la oportunidad de jugar al handball. Era algo nuevo y totalmente desconocido en mi país. Lo que me llamó la atención es que es un deporte que tiene mucho parecido con el básquet, pero un poco más agresivo.

- ¿Te enganchaste fácil?

- Al principio hubo un poco de resistencia al cambio, pero cuando lo conocí mejor me encaminé y, como soy muy competitivo, para aprender más y subir mi nivel deportivo, decidí por cuenta propia venir a Argentina.

- ¿Conocías a alguien del país?

- Conseguí contactos gracias a unos amigos venezolanos que jugaban profesionalmente al vóley acá. Primero iba a probarme en Luján, pero como las instalaciones no eran las mejores, me vine para Alemanes. Los primeros dos meses viví en unas habitaciones que están arriba del buffet.

- ¿Cuándo fue ese primer viaje?

- A finales 2004. Me recibió el famoso y siempre recordado Cachito Rothmund, hice amistad con los chicos y empecé a entrenar. El técnico era Tony Vázquez y, como yo no tenía muchos conocimientos, me iban ubicando en como jugar en cada posición. Del más chico al más grande me explicaban y prestaba muchísima atención. Como dormía acá, miraba los entrenamientos de todas las categorías y me quedaba tirando al arco.

- Y volviste a Venezuela…

- Pasé las navidades acá, lejos de la familia, y volví a mi país para año nuevo. Ya había bastantes jugadores y, con los técnicos cubanos que habían llegado por un convenio del gobierno, entrenábamos todos los días en doble turno. La idea era hacer competitivo al handball de mi provincia. En los Juegos Deportivos Nacionales clasificamos cuartos y estuve convocado para la Selección pero no quedé, aún no sé por qué. Estuvimos dos meses entrenando en Cuba y a fines de 2006 me puse en contacto con Cristian Gull, el actual técnico del equipo en Liga de Honor. Fue él quien me abrió las puertas del club para volver sin saber si yo había mejorado o no. Le estoy muy agradecido.

- ¿Cómo fue ese retorno?

- Empecé entrenando como extremo, que es un puesto en el que no hay mucho roce. Ese año, en el que salimos campeones con la Primera, ya tuve algunos minutos en cancha. En las fiestas de 2007 me volví a ir, me siguen convocando para jugar torneos con mi provincia, pero enseguida retorné porque había quedado enamorado del handball bien jugado y del grupo de amigos que encontré acá.

- Ya te sentías asentado…

- Sí, seguía en la primera y con mucho esfuerzo ya estaba tomando minutos de 2, una posición mucho más fuerte. Era suplente, pero nunca me molestó porque los chicos hacen handball desde muy pequeños. Entonces, como algunos subieron, pasé a ser titular y terminamos siendo campeones invictos del Clausura. Ahí empezó todo a cerrar y dije: “encontré mi deporte”.

- Y fuiste reconocido…

- En 2010 salí mejor jugador de la Primera, que por lo que significa Alemanes para el handball nacional es importantísimo. Quise quedarme y comencé a dar una mano entrenando a los chicos de Mini. A todo esto ya había conseguido casa y trabajo en Quilmes… y me puse de novio con una quilmeña.

- Finalmente, tras tantas peripecias y sacrificio llegaste a Liga de Honor…

- Sí, en 2011 hubo muchos lesionados en el equipo de Liga y Cristian me planteó la posibilidad de subirme, con la aclaración de que quizá no iba a tener muchos minutos. Para mí fue un orgullo enorme. Justo en el primer partido me tocó entrar, ganamos y todos me reconocieron la entrega. A partir de ahí, ya quedé. Luego jugué, siempre como suplente, el Nacional y el Panamericano de Clubes. La Primera me dio mucho, es el equipo al que quiero, y el de Liga el que todos aspiramos a integrar.

- ¿Sentís que aún te falta algo en lo deportivo?

- ¡Me cargan que soy el único jugador al que solo le gusta defender! Así que me gustaría poder aportar un poco más en ataque. Después, está la espina de mi Selección. Eric Gull me está recomendando y en el Panamericano de Clubes me felicitó el técnico de la Argentina. Creo que con mis rendimientos y con el apoyo de gente que son palabras mayores en el handball americano, esta meta debería poder dárseme. Soy el único venezolano que salió de su país para jugar este deporte, así que estoy con la expectativa de ver si me llaman para el Panamericano de Argentina.

- ¿Es difícil estar tan lejos de la familia?

- Se extraña mucho, pero mi mamá por suerte me da muchas fuerzas para siempre volver a Argentina, para estar dónde me sienta feliz. Este año va a visitarme y vamos a ir al sur para disfrutar de la nieve. Acá es una cultura totalmente diferente, pero con el tema deportivo se te hace mucho más fácil porque todos los compañeros te abren las puertas de sus casas.

- ¿Te imaginaste alguna vez vivir todo esto gracias al handball?

- Es una decisión difícil el quedarse o regresar, pero los amigos, mi novia y el club hicieron que fuera mucho más fácil. Creo que no me puedo quejar de nada porque la vida y el handball me han dado muchas alegrías, tanto por el equipo de nenes que entreno como por los equipos en que he jugado. Me da mucha alegría pertenecer a este club.