Tuvo que esperar mucho tiempo. Varios partidos fueron transcurriendo hasta que Quilmes pudiera volver a darse el gusto de celebrar un triunfo en el campeonato. Y lo hizo este fin de semana largo ante Tigre, con una formula conocida pero no por eso menos eficaz: corrió, metió, dejó la vida en cada pelota y contó con un tremendo golazo de Chirola Romero, que la clavó desde casi treinta metros. En un partido luchado, con pocas emociones en los arcos, los dirigidos por Caruso fueron un poco más, sumaron de a tres y se permiten volver a respirar.

El grito del final explica el porqué de tanta alegría en medio de un partido tan chato desde lo futbolístico. Hoy en el Centenario no importaba tanto el cómo ni las formas. Había que ganar, conseguir tres puntos para demostrar (y demostrarse) que va a estar en la pelea, que no lo tienen que dar por liquidado, más allá del pésimo arranque.

Entendiendo que no tenía más opciones, el equipo salió decidido a comerle los talones al rival, con protagonismo de las acciones y un poco más de tenencia del balón que en otros juegos. Claro, con la clara deficiencia que viene mostrando a lo largo de toda la temporada para llevar peligro a los arcos contrarios. Pero está vez, la suerte y la precisión estuvieron de su lado: Romero tomó una pelota que estaba muerta y desde veintipico de metros sacó un latigazo de derecha que se clavó en el ángulo superior derecho de Javi García.

Ese tanto obligó a salir de su letargo a un Tigre que, a lo largo de todo el cotejo, no se pareció ni por asomo al que venía insinuando a transformarse en las fechas anteriores. Aflojó en solidez y nunca encontró variantes, por lo que dejó pasar la chance de aumentar la idea de equipo molesto que generara en las fechas pasadas.

Por eso, nos fuimos al descanso con sensaciones, pero sin situaciones. En el segundo, ya con Diz en cancha (lesionado Boghossian, en dudas su presencia para el jueves), fue el nueve el que se perdió un gol increíble debajo del arco. También la tuvo Garnier un rato más tarde, con un remate de zurda que el arquero visitante sacó al corner. O una buena colectiva, en la que Bontempo demoró y remató desviado. No le sobraron, pero claro, el Matador tampoco asomó demasiado, apenas un disparo de Nahuelpan que salió cerca del palo izquierdo de Dulcich.

A esa altura, Quilmes ya se multiplicaba en su idea de ahogar al rival y recuperar la pelota. Con la figura excluyente del Chapu Braña, que en su partido cien en el Centenario recibió la mayor cantidad de elogios desde su regreso. Fue la gran figura del elenco de Caruso, lo que hizo estallar las palmas y los gritos coreando su nombre durante distintos pasajes de la tarde.

Y si bien el encuentro tuvo su desenlace recién en el pitazo final de Maglio, a esa altura ya daba la sensación que esta vez no se le iba a escapar. A puro combate, entendió cuál era la vía para reencontrarse con un resultado positivo. Y aunque todavía no le sirve para salir del fondo de la tabla, ni tampoco de la de la zona caliente de la de los promedios, este triunfo es un espaldarazo para lo que vendrá. Por eso, bien vale permitirse un festejo en pleno carnaval.