¿Pacto de no agresión? No, simplemente la cruda realidad de dos equipos que están lejos de sus obligaciones. El empate sin goles entre Quilmes y Boca en el Centenario, dejó al descubierto el muy flojo momento que viven ambos. El equipo dirigido por Caruso Lombardi casi no pateó al arco y se conformó demasiado con un punto que no le termina de servir en sus aspiraciones de permanencia, ante un flojo rival que aún no ha mostrado el piné necesario para ser considerado un candidato al título. Resultado negativo para un Cervecero cada vez más complicado.

Las ambiciones de ambos quedaron a un lado y terminaron gestando un verdadero bodrio para un domingo a la noche. Tanto al QAC como a los dirigidos por Bianchi, el único resultado que les servía para mantenerse prendidos en sus aspiraciones era el triunfo, pero en ningún momento se los notó decididos por intentarlo. Es más, todo lo contrario.

Pese a sus habituales carencias y limitaciones, difícilmente se puede ganar un encuentro si no se patea al arco. Y eso fue lo que sucedió en un estadio sin público, en el que el partido pareció tener ritmo de entrenamiento. Una intención de Gigliotti cunado amanecía el juego (disparo débil a las manos del arquero); un cabezazo de Bravo ingresando por el segundo palo, que se fue cerca; un remate sin violencia de Zacaría a las manos de Orión y, las más clara, un disparo de Riquelme de media distancia que Dulcich mandó al corner. Ese fue el resumen más importante de noventa minutos de fútbol.

Por ende, el balance es negativo. Principalmente para Quilmes, quien desperdició otra ocasión como local para hacer una diferencia, en medio de una jornada en la que varios de sus rivales directos sumaron de a tres y, por ende, no consigue instalarse decididamente en la lucha por evitar el descenso de categoría.

Aunque sus mayores problemas radican en lo desnudo (en cuanto a su capacidad) que va quedando el plantel semana a semana y las pocas energías que le van quedando al entrenador para intentar la heroica. Hasta el momento, Caruso no pudo hacer valer su principal secreto: sacarle el mayor rendimiento posible a sus futbolistas, más allá del talento o las cualidades de los mismos. Este equipo no solo no se ha potenciado, sino que ha vuelto a mostrar una involución de la que, a esta altura, parece difícil que pueda salir.

Y encima no se le animó a ganar a un Boca timorato, sin espíritu, que sostiene su juego en individualidades pero que da muchas ventajas en lo colectivo y al que, por el momento, no le da el cuero para convertirse en uno de los candidatos a ser campeón. Por todo esto, el punto termina siendo negativo para Quilmes. Pero claro, a este conjunto ya no se le puede pedir demasiado. Entrega lo que tiene, no se queda con nada, pero así y todo, le alcanza para poco. Por eso, a esta altura, la permanencia parece depender de un milagro. Y de uno bien grande.