Para muchos se trata del jugador más técnico en la historia del Círculo Universitario de Quilmes y, aunque él con modestia lo niegue, es innegable que Fernando Alfonso es un referente indiscutido del Celeste. A los 37 años, con dos décadas en plantel superior y varias temporadas en el rugby europeo, Fefo se define como un cabeza de guinda y continúa con su amor por el club y su pasión por el deporte intactos. Sin pensar en el retiro, el histórico medio scrum del CUQ recorre con Deportes En Quilmes su extensa trayectoria.

- ¿Cómo llegaste al Rugby?

- Mis hermanos mayores jugaban y como uno siempre los mira, y un poco los imita, fue que yo también empecé, tenía 8 años. El primer partido nos cambiamos, fuimos a Banco Nación y no nos pusieron, pero en el siguiente, en San Luis, sí pudimos hacer el gran debut (Foto). Ahí arrancó la pasión por este deporte.

- Y nunca paraste…

- No, salvo por alguna lesión.

- ¿Cuándo fue que te diste cuenta que esto era lo tuyo?

- Se fue dando solo. De chico jugás porque es una diversión pero después, en las divisiones juveniles, pasa a ser por los puntos y empiezan otras cosas. Ahí es cuando le vas metiendo más pasión y nace ese compromiso que tiene el rugby por ir a entrenar y no faltar. Eso hace que te guste o lo dejes. A partir de los 16 ó 17 años ya pasa a ser muy importante la parte física, más allá de las destrezas individuales, y no le podés dedicar poco tiempo porque si no estás bien entrenado no podés jugar.

- ¿A qué edad debutaste en el plantel superior?

- Al los 17, eso es algo que hoy ya no pasa porque a los chicos los llevan más de a poco. Estaba en una división de Menores de 19 que éramos pocos y no le estaba yendo bien, entonces los entrenadores para no perder a los jugadores que quizá más condiciones tenían, decidieron subir a Fernando Giménez y a mí. Era bastante joven y de golpe tuve que asumir la responsabilidad.

- Y en estas dos décadas, la de nombres que habrán pasado…

- No solo nombres, también amigos, entrenadores, dirigentes… Pasó de todo, pero siempre quedan los jugadores, quienes luego son entrenadores y después dirigentes. Por suerte en Argentina este deporte todavía es amateur, entonces tiene eso de tener que estar en distintos roles, siempre ocupando un espacio.

- ¿Sos consciente de que todo el mundo te señala como el emblema del jugador más técnico que salió del CUQ?

- Toda una mentira, una farsa (risas).

- ¡Pero algo de cierto debe de haber!

- Obviamente que subir al plantel superior con 17 años por algo es y uno sabe y se hace cargo de las condiciones que pueda llegar a tener. Pero, personalmente, y aunque suene a falsa modestia, preferiría que el día de mañana me recuerden más como un buen tipo antes que como un buen jugador. Esa es mi intención.

- Siempre está presente esa necesidad del ansiado ascenso ¿cuándo creés que se podrá dar ese salto?

- En 2007 tuvimos esa famosa y fatídica final en San Martín, pero sería un error quedarse con eso. Hay que pensar que somos el mismo equipo que éramos 20 años atrás, que tiene hambre y que tiene ganas de ganar. Siempre hay que mantener humildad, sacrificio y no conformarse. Aquel fue un año espectacular porque jugamos por primera vez la Reubicación, pero no hay que vivir de recuerdos sino que en base a eso hay que darle para adelante. Durante mucho tiempo estuvimos en un segundo nivel, entonces hay que luchar para ir superándonos y de a poquito ir dando el paso.

- ¿Están dadas las condiciones?

- Sí, se está trabajando bien en las juveniles, pero todavía falta un poco para poder tener una base de jugadores. Igualmente, el momento nunca se sabe porque si arrancás un año con confianza es muy difícil parar a ese equipo. La cabeza juega un rol fundamental en este deporte.

- ¿Te ves como futuro entrenador?

- Esa es una labor bastante ingrata porque es el que recibe todas las críticas, se pelea con sus jugadores, con los dirigentes, con el público... El entrenador del plantel superior tendría que ser intocable, pero siempre están revolviendo a ver en qué se equivoca y, aunque cometa o no errores, tendrían que pensar que ese es un tipo que está yendo gratis al club, se pierde los cumpleaños de sus hijos y está ahí aunque llueva o haga frío.

- Igualmente vas a animarte a ese rol…

- ¡Seguro!

- ¿Tenés pensado cuándo?

- No hay fecha. Cuando recién había subido al plantel superior fui tres años entrenador de juveniles. Es complicado porque tenés que dejar muchas cosas de lado, por eso es primordial que tu familia o tu pareja puedan entender esa pasión que tenés, aunque muchas veces cuando estás en el Río con 4º bajo cero te preguntes: “por qué no me quedé comiendo un puchero en casa” (risas). Las ganas de jugar no se te van a ir nunca y, aunque cuesta cada vez más ir a entrenar, seguís yendo porque faltar sería una falta de respeto hacia los compañeros. Recién cuando ya no tenga esas ganas y compromiso colgaré los botines.

Experiencia europea

El comienzo de siglo marcó un quiebre más que importante en la carrera de Fernando Alfonso. Casi de casualidad, de un día para el otro, Fefo dejó a su amado Círculo Universitario para pasar en 2001 al rugby europeo, vistiendo los colores del Cus Milano, equipo con el cual conquistó un ascenso y un título. Este año, durante un viaje a Italia, fue recibido con honores en su visita al club en el cual jugó durante cinco temporadas.

- ¿Cómo se dio tu llegada al Cus Milano?

- Fue bastante particular porque en realidad había ido a Italia para pasar fin de año con mi hermano que vivía allá. Como antes de viajar me habían comentado que un viejo entrenador mío estaba en ese club pasé a saludarlo y me termino ofreciendo que me quedara a jugar. Yo tenía mi trabajo y mi familia en Argentina, esa no era mi intención, pero lo pensé y bueno, tuve que volver a buscar la ropa y avisar que me iba para Milán (risas).

- Parece que no tuviste que meditarlo mucho…

- En realidad me propuse ir un año para probar, pero me terminé quedando casi seis.

- Y te fue bien…

- Cuando llegué el equipo estaba en tercera división, logramos ascender a Segunda y después ganamos el título, pero para subir a la A había que jugar una final y la perdimos.

- ¿Encontraste alguna diferecia a nivel juego o estructura con lo que estabas acostumbrado en Argentina?

- Más que nada que cuando llegabas al vestuario ya te daban la camiseta lavada, las vendas y todo lo que necesitabas. Eso es algo que hoy pasa en el club, pero diez años atrás no se veía. Y después la parte económica, que aunque no era mucha, en Argentina no pasa. Para mi fue una experiencia de vida, de estar jugando afuera, de conocer gente y una cultura que, si bien no es muy diferente, al estar viviendo allá te hace aprender un montón de cosas.

- Hace poco estuviste de visita y parece que dejaste muchos recuerdos “como buen tipo”…

- Por suerte sí (risas). Los chicos habían organizado un asado y cuando llegué habían como 60 personas y entre ellas muchas que no se veían hacía varios años. Me puse muy contento, pero no solo por haber visto a todos mis compañeros y a los dirigentes, sino también que esa reunión sirvió para que ellos se hayan vuelto a juntar. Fue algo que me puso la piel de gallina.

Corazón Celeste

“Es imposible desligarse. Una vez un amigo en un vestuario me dijo: ‘mirá, acá van a pasar los dirigentes y los jugadores, pero el club va a estar siempre abierto’. Y es verdad, más allá de las vueltas de la vida como trabajos, estudios, casamientos, divorcios, hijos o lo que se te ocurra, siempre regresaron. Es decir, el Círculo Universitario siempre va a estar para el socio y para el que siente al menos un poco la camiseta”, así resume Fernando su pasión por los colores de la institución en la que creció y en la cual tienen en claro que el día en que el crack decida colgar los botines continuará estando presente en el rol que le toque.

- ¿Cómo ves al club del tiempo en que empezaste a la actualidad?

- Fue evolucionando en todo momento y con todas las comisiones que han ido pasando, pero con esta última en particular se dio el traspaso a Quilmes y están laburando mucho, con errores y aciertos, pero siempre con ganas de trabajar y hacer cosas. Eso está buenísimo. En cuanto a lo deportivo, hoy hay una cantidad de infantiles que es increíble. Además mucha gente viene al club y hay una vida social renovada.

- ¿Se logró un mayor sentido de pertenencia al conseguir predio propio?

- ¡Claro! Ese es el objetivo principal de toda institución, porque si no tenés tu espacio la mayoría de los chicos entrenaría y se iría a su casa sin ir a ver a la Primera. La idea es que ellos vivan el club, que la gente pase el verano acá y todos vayan a los partidos.

Cabezas de guinda

“Mi viejo nunca jugó al rugby, empezó a ir por nosotros, y a mi vieja directamente no le gusta mucho. ¡Habrá ido a verme solo tres o cuatro veces!”. Sí, en un principio, la familia Alfonso no estaba relacionada al rugby, sin embargo, con el paso del tiempo, los lazos con el deporte y con el CUQ en particular, se fortalecieron y prometen continuar por mucho tiempo más.

“Mi hermano jugó un intercolegial, le gustó y ahí arrancó, después entró yo y ahora está mi sobrino, así que los genes por este deporte se están pasando en la familia”, explica con orgullo Fefo.

- Entonces, ahora sí se puede afirmar que son una familia rugbística…

- Totalmente, como dice mi cuñada, pasamos a ser los famosos cabeza de guinda.