Tenía que ganar y ganó. Detalles al margen de lo que fue su andar a lo largo de los noventa minutos en la fría noche de lunes del Centenario, Quilmes cumplió con lo que marcaban sus obligaciones. Con más esfuerzo que fútbol y yendo de mayor a menor con el correr del partido, el elenco dirigido por Grelak convirtió en momentos justos para superar merecidamente a Temperley, ya que fue el que más buscó. El partido tuvo lucha permanente y terminó con dos expulsados

Por fin se le dio al QAC. Pudo dejar atrás un par de cachetazos consecutivos que habían puesto de nuevo el interrogante sobre cómo iba a reaccionar en este tramo final de la mini-temporada. Y teniendo en cuenta el duro fixture que tendrá por delante en las próximas semanas, todas las miradas estaban puestas en el partido de esta noche. La principal obligación era ganarle a un rival directo. Y lo logró.

Con un mejor andar en el tramo inicial, donde encontró más sociedades de juego, abrió mejor la cancha, controló y tuvo una mayor posesión de la pelota, el Cervecero desperdició las situaciones que tuvo para convertir. Que para hacer honor a la verdad, tampoco fueron tantas, pero en el revoleo final queda claro que lo intentó mucho más que la visita, que apenas consiguió molestar en una contra y en un error que casi se transforma en blooper de Dulcich.

Claro que, debió esperar hasta el arranque del segundo tiempo para ponerse en ventaja y, por misterios del fútbol, lo hizo en el momento que peor estaba jugando. Con Temperley presionando más arriba y recuperando rápido la pelota, al QAC le costaba tenerla y atacar. Pero Braña clarificó todo con un pase milimétrico a distancia, Colombini desbordó bien por la derecha y Rescaldani hizo una aparición de goleador casi debajo del arco, definiendo de primera y venciendo inclusive la resistencia de Crivelli.

El miedo escénico se apoderó de un Quilmes que, necesitado de los puntos en juego, apostó a refugiarse y le dio demasiado protagonismo a un rival limitado que lo intentó mientras le dieron vida. Y aunque no le sobraron ideas ni caminos para llegar al gol, en más de una oportunidad generó dolores de cabeza en los últimos metros del área defendida por los de Grelak.

El gol sobre el cierre de Chirola Romero fue un alivio porque los nervios, producto de un reloj que era de arena y parecía no terminarse nunca, habían generado palpitaciones en más de un hincha que fue al estadio. Después de eso, solo quedaría tiempo para algunos encontronazos, una expulsión por bando y el festejo final. Del equipo mancomunado dentro del campo y de la gente. Con Braña como bandera, la alegría se hizo sentir. Al menos por una noche, y no es poco para un conjunto que últimamente vive contando sus miserias.